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viernes, 8 de junio de 2018

Cuando asumes que voy a terapia porque soy trans, porque la necesito para aceptarme, para quererme, para "curarme", para tratar una "condición", te estás equivocando. Para empezar, te equivocas porque no estoy enfermo. Mi identidad no es una enfermedad. Aun si otros se sienten enfermos, asumir que YO ESTOY ENFERMO es transfobia.

Voy a terapia porque tengo depresión y ansiedad. Voy a terapia porque por primera vez en toda mi vida tenía ganas de vivir y sentía que ya no lo podía lograr solo, que luego de años de no querer hacerlo, mi cuerpo se iba a apagar o yo lo iba a desconectar sin que mis ganas de vivir pudieran hacer nada, porque así funcionan las enfermedades mentales, como un parásito que te nubla el cerebro y no puedes pensar en otra cosa mas que aventarte de un puente peatonal, en cuántos camiones van a pasar antes de que te dejes caer en el pavimento, en cuántas pastillas podrá tolerar tu cuerpo. También voy a terapia para enfrentar lo que sea que me toque sólo por existir y no esconderme. No es para soportarme, es para soportarte A TI con tu doble moral, tu maltrato, tu discriminación. Me quiero lo suficiente para saber que el del problema eres tú.

La gente no pregunta cómo voy con mi depresión (no es que muera de ganas de que lo hagan de todos modos), pero sí que preguntan cómo voy con "lo trans", si me quiero operar, qué partes me voy a quitar, todo sobre mi cuerpo. Todos quieren saber sobre mi cuerpo. Quieren verlo, manosearlo, deshacerlo. Como si ya no fuera mío. Ahora mi cuerpo es una res partida en dos en un museo.